26 marzo, 2009

La Casa Florida


Coge la flor,
pues si no la tomas, se desvanecerá y caerá.


Ovidio.



Me contaron que Floridor Pérez se fue a vivir a la casa. ¿Y cómo lo sabes?, porque un vecino se encaramó en la pandereta y vio que había pasto y un rosal en el jardín trasero, respondió Roberto. No se si creerle o no, pero él siempre explicaba las cosas por medio de razonamientos con poco sentido, metáforas que solo él se entiende, es un loco de mierda pero un buen amigo, debe ser por la rosa que se le ocurrió la estupidez de decir que el poeta vivía en esa casa, o tal vez un alcance de nombre, quién sabe si me estará agarrando pal hueveo.

Enredaderas cubrían las murallas de la casa florida, y adentro, como en todas las casas, se escondían otras cuantas enredaderas, que iban convirtiéndose en cabellos y luego en brotes de bello púbico para terminar en pelos en las orejas, la jungla que poco a poco se iba transformando en desierto. Porque las casas están vivas, hechas de recuerdos y polvo, al menos así me decía Roberto cada vez que se ponía a tomar y terminaba arriba de la pelota en un bar, recordando para sí mismo y sin intenciones verdaderas de comunicar nada, salvo un soliloquio de alcohólico nostálgico que cree que su vida es una mierda, porque así se siente héroe de una guerra que ni siquiera alcanzó a perder.

Siempre te miré desde el baño, habló la Sombra, hacia el pasillo que daba a las dos piezas, la matrimonial y la de los hermanos, sabía que me presentías, te estuve esperando un buen tiempo, pero nunca atravesaste el pasillo oscuro, que se transformó en tu laberinto de dos metros de distancia, el miedo a los fantasmas, a mirarme a la cara.
Siempre sentí que algo me miraba, y se lo dije a Julio, pero él nunca me cree mucho, quizás Floridor lo esta sintiendo ahora, yo el tiempo que estuve ahí me imagine que era un fantasma, pero ahora que lo recuerdo bien era la presencia insondable de mi vecina Antonia, una niña de tez blanca y pecas, con ojos verdes (la memoria me engaña) y pelo oscuro liso, mi primer amor, el primer intento frustrado. Tanto que una vez, y lo recuerdo perfectamente, me estaba bañando y siento unos golpes del otro lado del muro (la casa es pareada por ambos lados, no mas de 60 metros cuadrados, dos piezas, living comedor, cocina, y en el patio trasero un cuarto hecho por mi abuelo y mi padre) respondiéndolos con vergüenza de que me estuviesen mirando por un agujero invisible, por un ojo mágico que el vapor de la ducha ocultaba. El diálogo duro un par de minutos, o la música que ambos creamos. Nunca supe si fue ella pero eso no me importo. Creo que unos años después cuando ya era un adolescente y por lo tanto leyendo a Poe, Kafka, Salinger etc, caliente con ganas de masturbarme por cualquier cosa, evoque ese sonido, solo el tamborileo de la división del muro, mi desnudez y la desnudez de ella, el contacto imaginario, la sensación de que no tocaba algo sólido sino que húmedo, mi deseo no cumplido.
Y todo esto te lo cuento Julio porque sé que no me estas escuchando, porque te veo tu cara de comprensión a lo madre Teresa, pero detrás de ese cuello ladeado (¿o como la virgen María?) y tus ojos semicerrados (por el caño seguramente) y tu semisonrisa estúpida (eso debe ser por relacionarte con tanto psicólogo de mierda), en realidad no sé que hay detrás de todo eso, pero no te creo, como tu tampoco lo haces, se debe contagiar la desconfianza parece.

Las casas están vivas, como en el bar donde nos encontramos nosotros ahora, salvo que acá viene un montón de gente de pasada a quedar ebrios, vomitar en los baños, a tirar con una mina, a pasar las penas, imagínate el alma de este lugar, seguramente es una mierda, como el purgatorio, porque el infierno son las cárceles.

Secretos tenía la casa florida, que de florida no tiene mucho, porque el jardín trasero nunca tuvo pasto ni flores (pero si el delantero, porque la preocupación estaba en la imagen), salvo unas cajas de madera donde habían plantadas unas cuantas verduras. Y ahí fue que con mis conocimientos del campo y la tierra adquiridos en las cajas fruteras de la feria, quise que la Antonia también plantara su chacrita. Ella empezó con ajos y perejil. No me interesa si eso te interesa.
Secretos como los que escondimos en un cofre debajo del arbusto que nunca he sabido como se llama, pero que no me importa porque su olor es recuerdo vivo, la infancia condensada en una flor roja y amarilla, que con el rose se deshace en pequeñas flores que cada vez que las encuentro hoy en día las voy tirando como migas de pan, esperando que ni un pájaro se las coma, ni que nunca nadie sepa que ese camino de restos de una flor o de flores pequeñas, es la historia de todo lo que ocurrió en esa casa florida.

!Pero huevón! Te estas poniendo a llorar y no me has dicho ni una sola palabra en toda la noche, otra cerveza más por favor, dice Julio cada vez mas ebrio, y ya para ese momento Roberto dormía con la cabeza apoyada en la mesa, ya eran las 5 y media de la mañana y los colores del cielo comenzaban a cambiar.

Mientras tanto en su nueva casa tarareaba sentado en el pasto recién plantado fumando marihuana Floridor “pegado” mirando desde hace una hora y media el amanecer, el milagro de contemplar lentamente el abrir del brote de la rosa que llevaba más de treinta años plantada y por primera vez se expandía al misterio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario