03 agosto, 2009

La vieja muralla

La anciana.
La muralla.

La anciana apoyada en el muro
su mirada sin norte,
vacía,
sonrisa irreconocible,
¿mirando jugar a los niños?

La muralla ladrillos
ladridos, meadas de perro,
la cicatriz de una grieta,
piel pasta muro,
resquebrajándose,
la tez en el ocaso.

Hasta su pasado es antiguo.

Tejiendo a telar,
lo único que habría querido
es hablar y ser reconocida,
pero su orgullo es fuerte,
se coció la boca y los oídos,
y el sexo hace años lo transformó
en dulce de alcayota.

La anciana manos de cemento,
cabellos de cal,
ya no teje
ya no hila
no canta.

La muralla y la anciana presienten el polvo,
la altura de un edificio.
El vértigo.
Las raíces del árbol.
El ahogo.

Anhelan la semilla
como el último suspiro.

Me parece ver a la madre de Gorki.

Sonámbula.

Apoyada en esa muralla,
que son sus huesos y su historia,
en espera de la muerte,
en espera que la encuentren sus hijos
(muerta en su pieza, a los tres días)
que nunca la visitaron.
Ella imagina que son los niños jugando.

La vieja muralla,
a los demás es transparente.

Los niños en la calle,
juegan a darle vueltas a la rueda
del camión demoledor.